martes, 15 de marzo de 2016

Las ciudades invisibles | Semana 1 | Dibujos

OCTAVIA

Si queréis creerme, bien. Ahora diré cómo es Octavia, ciudad telaraña. Hay un precipicio entre dos montañas abruptas: la ciudad está en el vacío, atada a las dos crestas por cuerdas y cadenas y pasarelas. Uno camina por los travesaños de madera, cuidando de no poner el pie en los intersticios, o se aferra las mallas de una red de cáñamo. Abajo no hay nada en cientos y cientos de metros: pasa alguna nube; se entrevé más abajo el fondo del despeñadero.




Ésta es la base de la ciudad: una red que sirve para pasar y para sostener. Todo lo demás, en vez de alzarse encima, cuelga hacia abajo: escalas de cuerda, hamacas, casas en forma de bolsa, percheros, terrazas como navecillas, odres de agua, piqueras de gas, asadores, cestos colgados de cordeles, montacargas, duchas, trapecios y anillas para juegos, teleféricos, lámparas, tiestos con plantas de follaje colgante.


Suspendida en el abismo, la vida de los habitantes de Octavia es menos incierta que en otras ciudades. Sabe que la resistencia de la red tiene un límite.







TECLA

El que llega a Tecla poco ve de la ciudad, detrás de las cercas de tablas, los
abrigos de arpillera, los andamios, las armazones metálicas, los puentes de madera
colgados de cables o sostenidos por caballetes, las escalas de cuerda, los esqueletos
de alambre. A la pregunta: --¿por qué la construcción de Tecla se hace tan larga?--
los habitantes, sin dejar de levantar cubos, de bajar plomadas, de mover de arriba
abajo largos pinceles: --Para que no empiece la destrucción --responden. E
interrogados sobre si temen que apenas quitados los andamios la ciudad empiece a
resquebrajarse y hacerse pedazos, añaden con prisa, en voz baja: --No sólo la ciudad.
Si, insatisfecho con la respuesta, alguno apoya el ojo en la rendija de una
empalizada, ve grúas que suben otras grúas, armazones que cubren otras armazones,
vigas que apuntalan otras vigas.
--¿Que sentido tiene este construir?--pregunta--. ¿Cuál es el fin de una
ciudad en construcción sino una ciudad? ¿Dónde está el plano que siguen, el
proyecto?
--Te lo mostraremos apenas termine la jornada; ahora no podemos
interrumpir --responden.
El trabajo cesa al atardecer. Cae la noche sobre la obra en construcción. Es una
noche estrellada.
--Éste es el proyecto-- dicen.








ERSILIA

En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los
habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o
blanquinegros según indiquen relaciones de parentesco, intercambio, autoridad,
representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar entre medio,
los habitantes se van: se desmontan las casas; quedan sólo los hilos y los soportes de
los hilos.
Desde la ladera de un monte, acampados con sus trastos, los prófugos de
Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la llanura.
Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada.
Vuelven a edificar Ersilia en otra parte. Tejen con los hilos una figura similar
que quisieran más complicada y al mismo tiempo más regular que la otra. Después la
abandonan y se trasladan aún más lejos con sus casas.
Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las ciudades
abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos de los muertos que el
viento hace rodar: telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma.


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